viernes, 2 de noviembre de 2012

Ni me voy, ni me quedo.

Marcaban las 5 de la tarde en el viejo reloj de aquél parque. Ellos estaba ahí, todos estaban, pero ellos platicaban en una banca, el cielo azul marino se hizo notar de inmediato, pero cual día de muertos transcurriendo, esto no importaba.
Él seguía contando todo, ella sólo escuchaba y lo miraba con una mirada de curiosidad y compasión. De pronto él se dio cuenta que la enredada palabra hacía que ella se interesara menos de lo querido, así que habló con groserías, ella rápidamente cambió la mirada por una de sorpresa e interés. Ahora si la alimentaba, pero ya casi era hora del final,. Él quería un consejo, una opinión, y estaba listo para pedirlo.

—Y eso es todo. ¿Qué me recomiendas?
—No sé, es difícil. Lo hiciste difícil. No sé.
—Podemos escapar.
—¡¿Qué?!
—Solo decía, perdón. ¿Sabías que tú eres la que queda en medio de mi historia?
—¿Yo? Entonces esto resulta peor.

Ella se quedó viendo el cielo, suspiro y entonces la oscuridad maquillo el parque, las lamparas fueron poco a poco tomando su infinita forma. Él. Él solo estaba en silencio, buscando prontas soluciones, las entidades alrededor cada vez fueron menos. Entonces ella alzó la cabeza suspiró y con voz cansada dijo: -Pues vámonos.
Tomaron su mochila y caminaron en la calle, ya en la calle, cambió la percepción, las luces amarillas que manchaban el asfalto prono iban descifrando una respuesta, no muy clara. Así fue hasta que llegaron a una esquina, la calle estaba tan vacía que hasta el eco la había abandonado. Y así fue como él tomó de su mano y cuando el semáforo marcó la luz verde rápidamente el empezó a halar de ella, no huno oposición.

La calle era amarilla, y ahí se encontraban aquellos dos corriendo.
—¿A dónde vamos? ¿Por qué corres?
—Estoy huyendo. Acompáñame.

Pronto el final de la calle hizo que se detuvieran, ya parados y agitados se miraron fijamente, ambos tomaron sus labios para acabar la huida. De pronto un claxón arrebató el instante y las palabras se hicieron llegar al oído de ella. "-Te tengo que llevar a tu casa."
La abrazó fuertemente y pronto se dirigieron a una estación del metro. El silencio era parte de ellos, la estación se acercaba, rápidamente la escena cambió y el ya se encontraba en su casa.

Su celular vibró, era un mensaje:
—Hola bebé ¿cómo estás?
—Bien ¿cómo te fue, mi amor?
—Muy padre ¿Salimos?
—Naturalmente, estoy en tu casa en 20 minutos. Oye, te amo.
—Aaaaw, mi bebé, yo también te amo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario